TRASFONDO
El miedo de la clase política
JULIO ZENON FLORES
En un sistema político como el mexicano, donde se ha formado
una clase política que da la impresión de bastarse a sí misma, con los mismos
pasando de una forma de gobierno a otra; de alcaldes a diputados, de diputados
a senadores, de senadores de gobernadores, de gobernadores a presidente del
país o al gabinete nacional. De políticos a empresarios y viceversa, causa
terror el surgimiento, de cuando en cuando, de personalidades con
características políticas, por fuera de la poderosa clase política, ésta a su
vez muchas veces bajo el dominio de caciques locales o nacionales; igualmente
esa clase política se aterroriza cuando algún miembro de ellos rompe con los
cánones tradicionales y se va por la libre, con sus propios conceptos.
Así está hoy, la clase política de Guerrero: aterrorizada y,
valiéndose del control que tienen de algunos medios de comunicación, de
inmediato tratan de despedazar a quien osa desafiarlos.
¿Quién desafía a esa clase política guerrerense, que, por
cierto, pasa sin rubor de un partido a otro, con tal de mantenerse viviendo del
presupuesto?
Uno de ellos es Zeferino Torreblanca Galindo, quien sí bien
se apoyó en un partido para arribar a posiciones de poder, no se convirtió en
uno de ellos y apenas compartió parte de ese poder y luego los abandonó. Ahora
intenta regresar, bajo su propio riesgo, con su propio partido, una vez que los
partidos existentes han despedazado al estado y en especial a Acapulco, sumido
como está en su peor crisis histórica.
Otro es Bruno Plácido Valerio, el líder de las autodefensas,
que habiendo sido impulsado inicialmente por el gobernador, su ex patrón en
Ometepec, empujado por las mismas fuerzas que prohijó, llegó al punto de
rompimiento con ese ex patrón, Ángel Aguirre Rivero y hoy se mueve con fuerza
propia.
Un tercero es el rector de la UAGro, Javier Saldaña Almazán,
quien llega a rector con un pacto histórico de las fuerzas universitarias y
gracias a eso, rompe con el viejo paradigma de la confrontación interna,
desgastante, que mantenía a la universidad en los últimos lugares en materia
educativa y al rector como rehén metido sólo a pagar fuegos, sin tiempo para
hacer más. Al romper con ese paradigma, Saldaña Almazán se lanza, con respaldo
de las fuerzas universitarias, a cambiar la imagen de la UAGro, haciendo
convenios con universidades de diversas partes del país y del mundo, para
conseguir intercambios académicos, da prioridad a la certificación de las
facultades, y se lanza a divulgar los logros académicos, usando la
propaganda, tradicionalmente
monopolizada por los partidos políticos. La inusitada respuesta ciudadana, que
además lo ve como una persona limpia a diferencia de los políticos
tradicionales, lo posiciona en el sentir popular y de inmediato la clase
política lo ubica como un potencial intruso.
A diferencia de Zeferino, quien si se ha rozado con la clase
política y ya sufrió el desgaste del ejercicio del poder, y de Bruno, quien se
ha colocado en el filo de la legalidad e ilegalidad y puede en cualquier
momento ser objeto de un ataque judicial, Saldaña, está limpio y tiene de su
lado una poderosas universidad formada por años en el activismo: 65 mil
estudiantes y 5 mil profesores. Una fuerza real diseminada en el estado, que
puede superar a varios partidos políticos. Por eso la clase política está
apanicada… y ni siquiera ha dicho que quiera contender por algún cargo de
elección popular.
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