Por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO
Un amigo muy cercano al ex alcalde de Acapulco Evodio Velázquez Aguirre dio una palmada en el hombro a una persona que tenía al lado mientras exclamaba:
-A ver qué dicen ahora. ¿Verdad que nos extrañan? –dijo-.
-Uuuf! En serio eeehhh. Como van las cosas la gente va a pedir pronto que mejor regrese el que se fue. Fue el comentario por respuesta.
Y es que después de los abucheos ocurridos la semana pasada contra la alcaldesa Adela Román Ocampo en pleno mitin de Andrés Manuel López Obrador en Ciudad Renacimiento, es decir, ante funcionarios y gente humilde que iba por sus tarjetas de apoyo de los programas federales, y después de la desafortunada respuesta a botepronto de la primera edil de que sus críticos actuaban como los perros imaginarios de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, El Quijote de la Mancha, ladrando ante el avance de la actual administración municipal, generó la idea en los círculos políticos y las clases medianamente informadas, de que se trataba de una situación desesperada ante la cual la alcaldesa no había sabido actuar y en la cual su equipo de reacción (que todo primer edil que se respete debe de tener) le había quedado a deber.
El pueblo está decepcionado, se leyó en el ámbito político y así lo entendieron los evodistas.
Pero quienes hacemos análisis tenemos la obligación de ir más allá de lo aparente.
En realidad la respuesta de Román Ocampo ante los abucheos, no era producto de la desesperación, sino más bien se trataba de un mensaje enviado a sus abucheadores, para darles a entender que los tenía bien ubicados.
No obstante que la alcaldesa efectivamente da la impresión de estar sola en su lucha política, con un gabinete no extraído de la clase política tradicional, sino de gente nueva de la que espera resultados distintos, aunque deba armarse de paciencia para pasar la curva del aprendizaje y eso no siempre ha sido posible, en realidad ella parece sí estar informada y tener claro el panorama en el cual es el centro de atención de diversos grupos y personas que le intentan descarrilar u obtener posiciones dentro del gobierno municipal o mantener las cosas como estaban antes de su administración.
¿A quién identificó la alcaldesa en esa rechifla ante López Obrador? En primer lugar a un líder de un sindicato independiente que aún no tiene registro legal: el secretario general del Sindicato Autónomo de Servidores Públicos del Municipio de Acapulco (Saspma), Jorge Luis Ortiz Ochoa, y al que ella misma llamó por su nombre y apellidos.
Ese líder buscaba presionar para obtener plazas y un trato institucional como las que ha obtenido el SUSPEG en su cuatro secciones de trabajadores, la pequeña diferencia es que el SUSPEG sí está registrado legalmente; tiene lo que se llama “la toma de nota”, mientras que el sindicato independiente carece de ese documento, por lo cual la relación con el Ayuntamiento no puede aún ser institucional.
El otro flanco enemigo, y no solo en Renacimiento, es un grupo de simpatizantes de un ex candidato a alcalde, perdedor de las elecciones, que no ha podido dar vuelta a la página, y manda a sus personeros a boicotear las actividades de Román Ocampo, Ricardo Taja Ramírez, a pesar de que ello contradiga la línea lanzada por el gobernador, Héctor Astudillo Flores, quien por el ha mostrado su calidad de estadista al mantener una buena relación con los representantes gubernamentales de la Federación y del Municipio y ha pedido a su equipo y simpatizantes abstenerse de faltarles al respeto.
Un tercer flanco que se mostró ahí, con una agresividad que ya viene de atrás y habría que ver si se justifica o no, es la de una poderosa organización de transportistas que ya abarca la representación de vendedores ambulantes y de colonos y que anda tras la primera edil con largo documento de peticiones, entre ellas tarifas preferenciales en las infracciones de Tránsito y respeto a grupos de vendedores, en los lugares donde la dirección de Vía Pública ha mostrado mucha actividad, liberando espacios para los peatones.
De modo que cuando la alcaldesa Adela Román dijo que los perros ladraban porque ella avanzaba, en realidad la metáfora definía lo que había pasado: ahí se manifestaron aquellos afectados por las acciones del Ayuntamiento.
Los cercanos a Evodio Velázquez debieran analizar eso, antes de lanzar las campanas al viento y de creer que ahora las cosas le van tan mal a la actual administración que la gente desea el regreso de los que se fueron.
Quien, sin embargo, ha leído bien las cosas es el propio ex alcalde Velázquez, quien sabe que para cualquier cosa que piense hacer en el futuro lo primero que debe llevar a cabo es transparentar su ejercicio de los recursos y quitar banderas a quienes, cortos de entendederas, creen que su modo de crecer políticamente es atacando al que se fue.
Por eso el exalcalde de Acapulco, Evodio Velázquez, no está equivocado al buscar al auditor superior de la Federación, David Colmenares Páramo, para dar seguimiento a los procesos de fiscalización tras su paso por el gobierno porteño.
Velázquez Aguirre, quien asegura que hasta el momento se lleva una ruta normal y se están atendiendo cada una de las observaciones en el marco de la Ley, tal como ocurre con todas las administraciones municipales y si es cierto que de acuerdo al último informe presentado por la ASF a la cámara de diputados, Acapulco fue uno de los municipios con menos observaciones, entonces va por la ruta adecuada, que le permitirá el regreso a la vida política y aspirar, en primera instancia, a ganar su propio partido que le intentan arrebatar otras corrientes.
Así las cosas, mientras Adela Román camina por la ruta de afectar intereses creados para sentar las bases de lo que podría ser una administración ordenada, siguiendo el ejemplo de lo que hizo Zeferino Torreblanca cuando fue alcalde, Evodio Velázquez, transita por otra ruta, la ruta de la reivindicación tras el desgaste del poder ejercido. Van pues por rutas separadas.
Julio Zenón Flores. LCC, maestrante en ciencia política, diplomado en MKT digital. Articulista y editor de Trasfondo informativo. Whatsapp 7441365162 |
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