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En 1837 el escritor danés Hans Cristian Andersen publicó “El traje nuevo del emperador”, un cuento que encerraba una fábula con un mensaje de advertencia: “No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad”.
El escrito narra una fábula donde un par de sastres pícaros aseguran al emperador haberle confeccionado un traje tan fino y delicado que es invisible a los ojos de estúpidos y poco inteligentes.
Como todos afirmaban ver la ropa por temor a ser tachados de idiotas, el rey comenzó a caminar por la plaza ataviado con el supuesto traje creyendo lo que decían los demás.
Nadie se atrevía a decir lo que realmente ocurría hasta que un niño, con su característica inocencia, al verlo le cuestionó: “¡Pero si va desnudo!”. De inmediato comenzaron habladurías y el monarca se dio cuenta que era cierto lo que decía la criatura y se avergonzó.
A muchos años de distancia, la percepción sigue siendo un recurso utilizado para influir en las masas y hacer creer cosas que realmente no están ocurriendo.
El activismo político del ex gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, es algo que ya se venía anunciado desde el año pasado, luego del triunfo de Morena en la Presidencia de México.
Luego de su auto exilio tras tragedias políticas y personales, su aparición estaba asegurada y marzo era la fecha límite para el retorno. Solo faltaba definir la forma en la que irrumpiría en la escena política, eligiendo la más poco ortodoxa para hacerlo.
No fue con movilizaciones masivas como algunos creyeron ni de la mano de su aliado y socio Marcelo Ebrard. Lo hizo como la humedad, poco a poco, a hurtadillas...Cuando amaneció Aguirre ya estaba ahí.
En su momento tentaleó el terreno para ver cómo se movían las aguas. Lanzó una cáscara de banana y más de uno resbaló.
Planteó el tema de las alianzas y se dejó ver en el papel en el que más cómodo se siente, el de Gran Elector, la libra que puede inclinar la balanza.
Enemigo ahora de los baños de pueblo que lo expongan, para su regreso el ex mandatario recurrió a la tecnología en lugar de la matraca y el aplauso.
Su estrategia es clara. Usa las redes sociales para dar la sensación de omnipresencia pero no se deja ver en actos públicos.
Desde el teclado de su iPhone dicta agenda en el ámbito político local, lanza dardos cargados con cicuta a los adversarios y de vez cuando comparte su amplio anecdotario.
Las fotos que hace circular aunque dan la sensación de espontaneidad en realidad son parte de la partida de ajedrez que juega en Guerrero.
Todos esos encuentros tienen un común denominador: están bajo su control y ritmo.
Ninguno de esos eventos ha sido abierto totalmente y la razón es entendible, aunque no ha sido indiciado por la desaparición de los estudiantes Normalistas en “El Caso Iguala” no está dispuesto a correr el riesgo de otra irrupción de familiares de las víctimas como lo hicieron cuando se postuló como candidato a un Distrito Federal por la Costa Chica.
Este esquema es más práctico y conveniente para Aguirre. Lanza el mensaje dentro de la botella virtual y la marea de la información hace el resto. De esa forma no se expone y el control siempre está en sus manos.
Ya no hay porqué aventurarse a ser blanco de los francotiradores cuando las redes sociales hacen el trabajo sucio.
Su estrategia de manejo de imagen es parecida a la utilizada por el presidente estadounidense Donald Trump, a punta de tuitazos.
La siguiente etapa de la estrategia, siguiendo el manual de marketing político, es crear la sensación de ser una necesidad que el electorado requiere.
Hay que repetir que el emperador va vestido con prendas de gala hasta que nadie lo dude.
Mientras tanto su estructura política ya fantasea con un regreso mesiánico del ex gobernador.
Lo sitúan en la contienda por la Alcaldía de Acapulco y otros más osados lo ubican buscando la gubernatura apoyado por una supuesta laguna legal en material electoral al no haber concluido su periodo.
Lo que sea que busque Ángel Aguirre lo cierto es que su figura será crucial en el 2021, apareciendo o no en alguna papeleta. Mientras tanto va poniendo migajas en el piso, como en el cuento de Hanzel y Gretel y espera que nadie le descubra la jugada hasta que la tenga plenamente planchada...sin embargo, los indicios ya están marcando la pauta. Nos veremos en la próxima.
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