Hace escasos tres días, el subsecretario de Planeación del ayuntamiento de Acapulco, Silvestre Arizmendi, promovió con bombo y platillo una serie de comentarios sobre el múltiple impacto positivo obtenido en la reunión celebrada entre la alcaldesa Adela Román Ocampo y el presidente Andrés Manuel López Obrador en palacio nacional.
Para el funcionario de marras, quien por cierto debería ser sometido a un proceso legal por dedicarse a actividades partidistas sin renunciar a su cargo municipal, el encuentro entre Adela y AMLO abrió las puertas del Nirvana al ayuntamiento de Acapulco.
Lamentablemente para los acapulqueños, la realidad es otra: ni el encuentro con López Obrador ni la entrevista lograda semanas antes entre la alcaldesa y el titular de la CFE, Manuel Bartlet Díaz, evitó que el organismo comercializador de energía cortara el servicio eléctrico a las instalaciones captadoras de agua potable operadas por Capama.
Desde el miércoles por la tarde, CFE procedió a suspender el suministro y consecuentemente dejó sin el vital líquido a una población superior al millón de habitantes.
Independientemente del trasfondo legal sobre la procedencia del corte aplicado por CFE, la lección de este episodio es que Acapulco requiere de administradores que no finquen sus objetivos en una simple fotografía.
Cuando aplican ese criterio, se llevan al baile a toda una ciudad.
0 Comentarios
¿Qué te pareció esta información? ¿Qué nos falta?