Por Julio Zenón Flores Salgado
Se equivoca quien crea que los escarceos, los estira y
afloja, las uniones y divisiones que se viven cotidianamente entre los partidos
políticos en Acapulco, son casuales. Todo forma parte de una estrategia en la
que los jefes (en el marxismo los entres políticos se dividen en jefes,
partidos, clase y masa y esos estamentos no cambian aún en el neoliberalismo o
en el socialismo), como buenos jugadores de ajedrez, tienen listas hasta cuatro
o cinco jugadas, ante las reacciones de las fuerzas contrarias.
En política las cosas no se dejan al azar. Es muy pequeña la
variable que puede mover los escenarios.
Por eso la información que corrió la noche de este martes desde
la ciudad de México, en el sentido de que Víctor Aguirre Alcaide sería
registrado como candidato del PRD a la presidencia municipal de Acapulco, únicamente
por el Sol Azteca, rompiendo de esa manera la endeble alianza que mantenían en
el puerto con el PRI, no resultó algo novedoso, ya se veía venir, fue como la
crónica de una muerte anunciada, del genial escritor latinoamericano Gabriel
García Marqués, padre del realismo mágico.
La división de la alianza PRI-PRD en Acapulco, debe estar
siendo festejada en las filas de Morena, que veían con cierta preocupación -y
es que hay que reconocer que a nivel local los estrategas están muy novatos y
son tan pedantes que no contratan asesoría- la suma aritmética de los votos de
ambos partidos y daban por descontado que esa coalición le podría ganar a un
partido guinda metido en fuertes aprietos por las presiones de los diversos
grupos (que oficialmente no existen pero que sí existen) y por la salida de
Javier Solorio Almazán, que fue visto como el cauce por el que drenaría la
sangre morena molesta con la candidatura de Abelina López Rodríguez, hacia una
coalición priista perredista que ya se sentía en el palacio del parque
Papagayo.
Los estrategas locales nunca escucharon la voz del senador
Manuel Añorve Baños, que alertaba que las sumas políticas no son iguales que
las sumas aritméticas y que no necesariamente 1+1 daban dos. Para ellos, casados
con la lógica formal, 1 más 1 son dos y 2 es más que uno, de modo que lo mejor
era mantener la unidad a costa de lo que sea. Por eso al romperse la alianza
creen que deben ir corriendo por el mezcal y sentarse a festejar y a esperar
que el triunfo venga, mientras la candidata se acuesta en la hamaca a esperar a
que le llamen para tomar protesta.
Las cosas no son tan sencillas en la realidad.
Unidos PRI y PRD no sumaban, separados está por verse lo que
pase, pero la expectativa es de una elección dividida a tercios. Con Víctor
Aguirre, los morenistas inconformes con la selección de la diputada federal
Abelina López como candidata a alcaldesa de Acapulco, tienen una balsa a donde
nadar para no naufragar en la abstención, o vender su voto por una despensa al
que se las ofrezca.
La división acuerpa al PRD y al PRI, cada uno por su lado,
los amarillos con Víctor y los tricolores con Ricardo Taja Ramírez, eso meterá
a la participación electoral activa a la parte que de un partido y de otro no
aprobaban la llamada “alianza anti natura” y los vuelve más competitivos, a
cada uno por su lado.
El PRI, porque se queda con la estructura construida por
Taja con sus propios recursos y le suma al priismo, tradicional, incluidos
todos los ismos: el renejuarismo, el añorvismo, el figueroismo y el
astudillismo, junto al tajismo. Se construye una muralla tricolor beligerante.
El PRD, porque con Víctor, desde su postura de izquierda y al estilo pugilista,
no solo consolida el voto duro perredista y el de sus colegas dirigentes de las
otras expresiones como el aguirrismo y el evodismo, sino que se vuelve el
referente de las izquierdas no conformes con el liderazgo morenista.
Hacia Víctor tendrían que voltear los inconformes de Morena,
los seguidores de Yoshio, de Yoloczin, de Ilich, de Rosario Merlín, de Alaín, de
Zeferino, de David Molina, de Joel Mendoza, de Rafael Cortazar, de Luis Walton,
de Sergio Montes, y una media docena más que aunque no tienen tanto nombre si tienen
sus parcelitas en algunos barrios y colonias del puerto, sin olvidarse de las
escasas figuras, pero figuras del PES, de FXM y RSP y MC, que no ven expectativas
allá pero no podían sentarse a esperar su momento en Moreno y que tampoco
podían acercarse al PRI. También le da un horizonte a la parte de la sociedad
civil que se siente decepcionada de Morena pero que no se sentía ansiosa por el
regreso del priismo. Le da un punto de referencia, una ruta y el PRD rompería
asía su debilidad dibujada en el 2018, ofreciendo una fuerte perspectiva para
el 2021.
Paradójicamente la división puede fortalecer tanto al PRI
con Taja como al PRD con Víctor y eso les pone en un buen nivel de competencia
frente a Morena a nivel municipal y, por otra parte, fortalece a Mario Moreno
Arcos, que es candidato común, al cual se le sumarán, finalmente, los votos que
obtenga el PRI con Taja y los que obtenga el PRD con Víctor.
Por eso decimos que la división, cantada desde hace un par
se semanas, cuando Ricardo Taja convocó a los medios a su oficina para informar
que se registraría como candidato del PRI, no puede ser casual, aunque los escarceos permitieron a
Aguirre Alcaide mostrarse, volverse mediático, romper su burbuja y penetrar en
nuevos sectores a los que no llegaba desde la comodidad de su liderazgo
territorial y grupal de la UIG y lo deja tan fortalecido que, aún cuando no resulte
ser el próximo presidente municipal, ya habrá ganado políticamente hablando.
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