_• Historia de una infamia cometida por un supuesto "líder de colonos", quien para cometer fechorías se decía administrador del hospital de El Quemado, en Acapulco_
*Redacción*
- Avienta la factura por 25 (mil)_ le dijo el individuo así, sin ningún rubor. El dueño del restaurant no pudo evitar su asombro, pues no estaba acostumbrado a hacer ese tipo de acciones. Al verlo titubeante, el que le dio la instrucción (con quien hacía poco se había asociado), le reforzó:
- No hay pedo, yo la voy a autorizar.
Desde ese momento, al señor José le entró la inquietud de que las cosas no andaban bien.
Fue por ahí de los meses de junio o julio del año pasado. En el hospital de El Quemado se generó un pedido de platillos y Felipe Williams Manzanárez, quien se ostentaba como administrador de la institución, le indicó a José, su socio, que elaborara el presupuesto.
"Van a ser 13 mil 500", le informó cuando lo tuvo listo y la indicación fue al momento: "Avienta la factura por 25". En efecto, el documento fue cobrado por esa cantidad, sin embargo, una vez con el recurso en mano, Felipe hizo lo que, de hecho, ya estaba acostumbrado a hacer: "Esto es lo del pedido, y esto es lo que me toca a mí".
El asombro del señor José creció aún más, al observar cómo, sin despeinarse, su socio se embolsaba más de diez mil pesos, en un simple pedido de comida.
A finales de abril del 2022, hasta el restaurant Mr. Pepe, ubicado en la periferia de Acapulco, Felipe Williams llegó a bordo de un modesto Ford blanco, de modelo atrasado, aparentemente como cliente. Pidió platillos para llevar y se marchó. A la señora Mirna, esposa del propietario, le llamó la atención que esa persona mirara con insistencia hacia el interior del local. Así lo hizo, durante dos o tres ocasiones más, en que acudía a pedir comida.
Bajo el concepto de platillos gourmet sobre pedido o para llevar, la pareja de jóvenes empresarios llevaban más de diez años operando y gozaban ya de una respetable clientela en Acapulco pues, ante todo, se han esmerado en la calidad de su producto. Es el concepto que José aprendió en Estados Unidos, donde estuvo trabajando.
El 10 de mayo de ese mismo año, en medio del ajetreo por la gran cantidad de pedidos con motivo del Día de las Madres, estando el señor José, en su calidad de chef principal, muy atareado en la cocina, Felipe Williams llegó, se introdujo al local y sin más le soltó la propuesta: "¿No te gustaría que nos asociáramos para que tu negocio crezca? La verdad tus platillos son de muy buena calidad, ya vi que tienes muchos clientes, mereces estar en un lugar más amplio, como en la costera".
La respuesta del chef fue de bote pronto. "Me agarras de bajada en este momento, ando súper ocupado… Además, soy de la idea de que las sociedades en los negocios casi siempre terminan mal".
El tipo, sin embargo, insistió: "Mira, te va a convenir, tu negocio va a crecer y vas a ganar más, además no vas a invertir, yo voy a poner todo el dinero, y vamos a ir al cincuenta y cincuenta, vamos a poner el restaurant en Costa Azul".
Aún más, para convencerlo, le expresó: "Yo soy el administrador del hospital de El Quemado".
Esto último llamó la atención de la señora Mirna, enfermera de profesión, quien había escuchado la conversación. Se acercó a su esposo y en voz baja le advirtió: "Ten cuidado con este cabrón, acuérdate que yo trabajo en un hospital y sé cómo se manejan los administradores, las tranzas que hacen; él no quiere hacer negocio, quiere un lugar dónde lavar dinero".
Ante la insistencia del individuo, el chef optó por el clásico "déjame pensarlo", más porque lo dejara seguir trabajando en ese momento que por realmente darle una esperanza. Sin embargo, eso fue suficiente para que los días subsecuentes Felipe Williams siguiera insistiendo hasta que finalmente lo convenció, no sin la resistencia de la esposa que seguía desconfiando de quien se decía "administrador" del hospital.
"Está muy chavo como para querer invertir, y en la Costera; ¿de dónde va a sacar el dinero?", se preguntaba, a la vez que insistía en que ella conocía el ambiente en los hospitales y sabía de las irregularidades que se cometen en la administración; su esposo, para tranquilizarla, le dijo: "Mira, yo me voy a dedicar a lo mío, a lo que sé hacer, allá él si anda en malos pasos", respuesta que no satisfizo de todo a la enfermera, pero la decisión ya estaba tomada.
Así, José y Mirna cerraron de manera temporal el restaurant en el espacio donde venían funcionando (dejando de percibir un promedio de 10 mil pesos semanales en ganancias) y el resto del mes de mayo y parte de junio lo dedicó el chef a acondicionar el nuevo local, que al final no fue en la Costera Miguel Alemán, sino en Ciudad Renacimiento, a un costado de la Unidad Deportiva Jorge Campos, hasta que finalmente, el 21 de junio, se llevó a cabo la inauguración.
Los primeros visos de irregularidades José los comenzó a ver durante la etapa de remodelación de las nuevas instalaciones. Resultó que la pintura, material de construcción y algunos acabados y accesorios para decorar no salieron de la bolsa del socio Felipe Williams, sino que eran llevados por proveedores del Hospital General de El Quemado.
La pareja, por su parte, trasladó al nuevo local prácticamente todo su mobiliario y equipo, desde refrigeradores, estufas, hornos, asadores, utensilios de cocina, cristalería, cubiertos, entre otros. Vaya, hasta materia prima para elaborar los primeros platillos.
Uno de los acuerdos que tomaron –de palabra-, fue que irían al 50 por ciento de las utilidades, que se harían cortes de caja semanalmente y que los ingresos se depositarían en una cuenta concentradora, de donde se pagarían gastos, sueldos del personal y pagos diversos.
El problema es que dicha cuenta la administraba Felipe Williams, y si bien salía para gastos, sueldos y pagos, nunca, según él, había utilidades qué repartir. Así fue durante el primero, segundo y tercer mes en que estuvieron operando el restaurante.
Pronto las diferencias comenzaron a surgir entre los socios. Una de ellas fue por la decisión del supuesto "administrador" del hospital, de meter a su suegra a tomar decisiones en el negocio, y sobre todo ante la insistencia de la señora de querer "aprender" las recetas del chef, además de intentar vender otro tipo de comida, entre ellas antojitos mexicanos, lo que rompía con el concepto gourmet que Mr. Pepe siempre ha manejado. Para colmo, a Felipe se le ocurrió la idea de vender bebidas embriagantes en el lugar, algo que tampoco encajaba en el concepto original y no fue aceptado por su socio.
Lo peor de todo, es que con el pretexto de reducir costos, Williams le propuso a José bajar la calidad de algunos ingredientes. Por ejemplo, le dijo que "el queso que usas es muy caro, hay que meterle del más barato, de todos modos los clientes no se darán cuenta", lo que fue rechazado de inmediato por el chef, que si algo había aprendido bien en Estados Unidos era mantener a toda costa la calidad de su producto.
Las desavenencias fueron en aumento, mientras que las semanas pasaban y José no veía ninguna utilidad. Su esposa, quien desde un principio estuvo en desacuerdo con esa sociedad, comenzó a presionarlo con el dinero para los gastos del hogar. Se les juntaron dos recibos de la energía eléctrica y ella, si bien tiene su empleo de enfermera y con ello sufragaba la manutención de sus pequeños hijos, no estaba dispuesta a absorber esos pagos.
Para salir de ese apuro, el chef le propuso a su socio que "en lo que hacían cuentas" le prestara 6 mil pesos para pagar los recibos de la luz. A regañadientes, Williams accedió.
Mientras esto ocurría, era evidente que la situación económica de Felipe Wiliams iba mejorando. Al restaurante llegaban proveedores del hospital a llevarle cantidades de dinero y el supuesto administrador no tenía empacho en comentarle que era por los "negocios" que hacía con ellos. Igual en alguna ocasión le comentó que estaba molesto porque uno de esos proveedores "no le quiso entrar", pero que de todas maneras había logrado quitarle 5 mil pesos.
Tan bien le iba a Felipe que incluso se deshizo del automóvil blanco y de buenas a primeras se hizo de una camioneta Mazda, valuada en alrededor de medio millón de pesos. "Tengo mis ahorros, la voy a pagar de contado", le presumió a su socio.
Las cosas fueron empeorando, las diferencias eran cada vez mayores. No obstante ello, en una ocasión el socio llegó con un documento para que José lo firmara. Se trataba de una especie de contrato en cuya parte medular establecía un capital social de 250 mil pesos, integrado por 180 mil pesos supuestamente aportados por Felipe Williams Manzanárez y 70 mil por José; es decir, menos del 30 por ciento. De un plumazo pretendió desechar el compromiso de que irían a partes iguales, 50 y 50. Como era de esperarse, el chef no firmó. Fue ahí donde quedó plenamente convencido de que su "socio" lo había estado engañando y que lo único que pretendía era estafarlo. De hecho, a partir de ahí no le volvió a ver la cara.
Ocho días después de esa negativa, al teléfono celular de José llegó un mensaje vía WhatsApp, en el que Felipe Williams le hacía saber que hasta ahí llegaba la sociedad, que sacara sus cosas y que le dejara las llaves del negocio con su suegra. Ah, de paso le pedía también los 6 mil pesos que le había prestado para pagar la luz de su casa y un teléfono celular que le había facilitado.
A esas alturas, Felipe Williams, ingeniero en Sistemas, había clonado la página de Facebook del negocio con todo y seguidores y, obviamente, los clientes, además de plagiarle las recetas e incluso hasta las fotografías de platillos que eran insignias de Mr. Pepe. Sin mucha creatividad ni imaginación, cambió el nombre del restaurante a Mr. Sanders y a mediados de septiembre, ya cuando José se había regresado a su antiguo local, después de haber dejado de percibir un promedio de 160 mil pesos (pérdidas) a causa de los cuatro meses en que estuvo trabajando sin recibir ninguna utilidad, Felipe anunció el cierre temporal. "Nos estamos reinventando", posteó ya en la página de su nuevo negocio.
Días después abrió nuevamente sus puertas, compró mobiliario, equipo, y con las recetas y clientes plagiados a Mr. Pepe, comenzó la era de Mr. Sanders. El despojo de más de diez años de esfuerzo a una pareja que nunca había tenido problemas en su restaurante y que en temporadas siempre tenían ventas extraordinarias, estaba consumado.
No conforme con ello, Felipe Williams, previendo que el matrimonio lo pudiera demandar por abuso de confianza, plagio y otros delitos, inventó una infamia contra la señora Mirna, acusándola de que en redes sociales había publicado "que tenía gente para que le cortaran la cabeza", además de victimizarse diciéndose hostigado y perseguido.
Aún más, se dijo "líder" de colonos, que era muy conocido en las colonias de Acapulco y que muchos "líderes" lo apoyaban. Que mejor ni le movieran, les advirtió.
En uno de los últimos mensajes por WhatsApp al chef José, Felipe le escribió una más de sus mentiras: "Te informo que vengo de presentar una demanda en el Ministerio Público, calma a tu gente, te hago responsable de lo que me pueda pasar a mí o a mi familia".
Preocupado, el matrimonio indagó en la Fiscalía General del Estado, en donde comprobaron que era sólo una treta más del supuesto administrador del hospital de El Quemado, quien para esas fechas ya sabían que no era tal, sino un vivales que sólo se ostentaba con ese cargo para cometer fechorías. Eso sí, se las ingeniaba para hacer turbios negocios en el nosocomio. Lo que sí encontraron, fue que el individuo tenía hasta dos demandas en contra, una de ellas por violencia familiar, en agravio de su ex esposa.
Actualmente, la pareja valora si presenta una demanda en contra del desleal individuo. En entrevista con este medio de comunicación, aseguraron que no es tanto por querer recuperar el dinero que perdieron por los cuatro meses que el chef trabajó sin recibir ninguna utilidad. Asumen que fueron utilizados, engañados, y que Felipe Williams Manzanárez se aprovechó de su confianza y buena fe.
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