Por Julio Zenón Flores Salgado
Cuando los que hacemos análisis de la cosa pública nos
concentramos en escribir de los nombres de las mujeres y hombres que disputan
la candidatura a la presidencia municipal de Acapulco, las diputaciones locales
y la representación de Guerrero ante el Senado, en realidad, nos parecemos un
poco a los menesterosos que andan detrás de los carros de la Sedena para
obtener una despensa, para satisfacer el hambre inmediata, olvidando que la existencia
tiene más días por venir y que, los víveres no nos alcanzarán para cubrir las
necesidades futuras.
Y es que, mientras ellas o ellos, en su afán por obtener un cartón con
leche, harina y huevos, dejan de lado sus empleos, la reconstrucción de sus vidas, de
las escuelas de sus hijos, de sus fuentes de empleo, nosotros, al centrarnos en
la persona, dejamos de lado lo que verdaderamente necesita analizarse: la
realidad por la que pasan, tanto Acapulco como el estado y la necesidad de encontrarles una
salida.
Veamos:
Vivimos una coyuntura de una histórica concentración de
poder y de los recursos económicos gubernamentales, en una sola persona, en la presidencia de la
república, situación apenas parecida a la era priista anterior a José López
Portillo o Luis Echeverría Álvarez, y la tendencia es a continuar por ese
camino. Eso deja casi en la indefensión a las autoridades locales, incluyendo a
la gobernadora, en un estado que depende en más de un 95 por ciento del aporte
de la federación, pues carece de industria o comercio importante que le permita
obtener recursos propios.
Los municipios han ido perdiendo no solo soberanía sino también capacidad de gestión, porque ahora se depende del humor del jefe del Ejecutivo o de
los planes o estado de ánimo de los titulares de las dependencias federales, que ya tampoco
tienen capacidad propia de responder a gestiones de los ediles.
En ese contexto, se debe afrontar en Guerrero, una
expansiva ola de inseguridad, apenas con el auxilio de una inexperta e impreparada
Guardia Nacional, que hasta ahora solo parece de adorno, llegando al grado de,
incluso, huir de los problemas, como ocurrió cuando los llamados “Ardillos”
tomaron la capital del estado con sus bases sociales.
Taxco, Chilpancingo, San Miguel Totolapan y Acapulco, sufren los embates del crimen organizado, con capítulos cada vez más recurrentes de
hechos sangrientos (muchos de ellos por ajustes de cuentas entre sus propios sicarios) que alejan la inversión e impiden. por temor. asentar nuevas
empresas y, ante eso, la policía estatal, aunque haga lo que esté a su alcance, resulta
insuficiente para afrontar ese problema.
Por ello, para pensar en quién debiera
llegar al Senado, habría que partir de que debe ser alguien que se anime a ser un
defensor de la colaboración federal con el estado en materia de seguridad, sin
importante el partido que gobierne y trabajar de la mano de la gobernadora,
tanto en ese renglón como en el de la búsqueda de inversiones para generar
riqueza, empleos, desarrollo, más allá de la dádiva. Esa representación, en el
Senado, no puede ni debe quedar, entonces, en un aprendiz o un timorato.
¿Qué nombre le pondríamos a ese o esa representante en el
Senado?
En cuanto al municipio de Acapulco, es claro que aparte del
tema de la inseguridad, que tiene bajo sus garras en especial al servicio del
transporte urbano, tenemos, además, el tema de la reconstrucción, que por ahora
vive un espejismo, el espejismo de la zona turística y de los pequeños espacios
de hotelería y consumo que se han logrado reaperturar, pero que no representan
ni la cuarta parte de lo que se requiere para dar empleo a las decenas de miles
de personas que cifran su día a día en obtener despensas y estirar, hasta donde
se pueda, el dinero en efectivo que recibieron para rehabilitar sus hogares.
La reconstrucción de Acapulco, sin duda, debe ser encabezada
con mayor vigor por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, que ya debería de haber
cambiado su residencia a este puerto hasta que se normalice su vida económica,
porque aquí está el principal ingreso estatal y el 40 por ciento de la
población de la entidad; pero, la gobernadora, necesita hacer pinza con la
presidencia municipal, y por eso se requiere en ese espacio a una persona que
vaya más allá de sus ímpetus personales, más allá de sus intereses de grupo,
más allá de sus propios temores y telarañas mentales y se convierta en una
especie de lugarteniente de la gobernadora para conseguir lo que falta para la
reconstrucción.
Y es que la reconstrucción no se va a consumar, con la sola
palabra del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ya se va en medio año, sino
que se requiere, urgentemente, de capacidad de interlocución con el gobierno
federal y con los grupos de inversionistas y financieros, para que se avance en
la reconstrucción de las grandes áreas desoladas, la gran hotelería, los condominios, en especial en la zona
Diamante, y restablezca el abasto en los centros comerciales, que es lo que tiene el mayor número de plazas laborales y lo que, con sus propios medios, atrae al turismo.
Eso es lo que debiera dibujarnos a quien necesitamos tener en
la alcaldía después de la elección del 2 de junio, tanto puede ser la propia Abelina López, que hemos visto recomponiendo las cosas con Evelyn, en los últimos días, como cualquiera de los otros aspirantes o aspirantas de Morena o de los otros partidos.
Se le puede poner el nombre que cada quien quiera, pero
¿Quién de los que ahora se mencionan, tanto de Morena y sus aliados como del PRI
y sus compañeros de coalición, tendría la capacidad y el carácter de asumir la
reconstrucción y frenar la ola de violencia, así como capacidad para tener interlocución con el gobierno federal y sinergia con el gobierno estatal?
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