Cerca de 100 migrantes provenientes de distintos países quedaron varados en Acapulco tras ser trasladados por autoridades de inmigración con promesas de permisos para continuar su viaje hacia el norte. Sin recursos ni un rumbo claro, muchos enfrentan condiciones inseguras y una ciudad afectada por altos niveles de violencia y las secuelas del huracán Otis.
La política de "dispersión y agotamiento", implementada por México, busca reducir el flujo migratorio hacia la frontera con Estados Unidos, en un contexto de tensiones con el presidente electo Donald Trump. Esta estrategia, que fragmenta y distribuye a los migrantes por diferentes regiones del país, ha llevado a que caravanas enteras se disuelvan antes de alcanzar su destino.
Migrantes como el venezolano Ender Antonio Castañeda denuncian abandono por parte de las autoridades. "Nos prometieron permisos de tránsito, pero nos dejaron aquí sin nada", señaló. Algunos permisos emitidos por el gobierno limitan a los migrantes a moverse únicamente dentro del estado de Guerrero, complicando aún más su situación.
Mientras tanto, iglesias católicas en Acapulco han intentado brindar apoyo básico, aunque los recursos son insuficientes. La cubana Dayani Sánchez expresó temor por la inseguridad al viajar, mientras que otros, como el hondureño Jorge Neftalí Alvarenga, se sienten engañados y frustrados ante la falta de opciones para avanzar.
Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum defiende su estrategia migratoria como "humanitaria", defensores de derechos de los migrantes critican que se les envíe a zonas de alta violencia. La situación en Acapulco refleja los retos persistentes en la gestión de la crisis migratoria en México.
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Migrantes varados en Acapulco denuncian abandono y promesas incumplidas
Un grupo de aproximadamente 100 migrantes, provenientes de distintos países, quedó atrapado en Acapulco tras ser trasladado por autoridades migratorias bajo la promesa de permisos para continuar su camino hacia el norte. Sin recursos y sin opciones claras, los migrantes enfrentan las dificultades de estar en una ciudad marcada por la violencia y los efectos del huracán Otis.
México, bajo la estrategia de "dispersión y agotamiento", ha optado por desintegrar caravanas de migrantes y distribuirlos en diferentes regiones del país para reducir su llegada a la frontera con Estados Unidos. Esta medida busca minimizar tensiones con el presidente electo Donald Trump, quien ha amenazado con imponer medidas más estrictas contra la migración.
Ender Antonio Castañeda, un migrante venezolano, denunció el incumplimiento de las autoridades. "Nos prometieron permisos para transitar libremente, pero aquí estamos, sin opciones y sin ayuda", declaró. Muchos de los permisos emitidos solo permiten desplazarse dentro del estado de Guerrero, lo que limita las posibilidades de los migrantes de avanzar en su trayecto.
En Acapulco, las iglesias católicas han ofrecido alimentos y refugio, aunque los recursos son limitados. Dayani Sánchez, una migrante cubana, manifestó su preocupación por los riesgos de seguridad al intentar continuar el viaje, mientras otros, como Jorge Neftalí Alvarenga, de Honduras, expresaron su frustración ante las falsas expectativas de ser enviados a ciudades como Ciudad de México o Monterrey en busca de oportunidades.
Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum defiende su política migratoria como un enfoque "humanitario", activistas señalan que enviar a los migrantes a zonas peligrosas pone en riesgo sus vidas. La situación de los varados en Acapulco refleja los retos persistentes en la gestión de la crisis migratoria en México.
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